Hace seis años, en un rincón lluvioso y verde del sur de Chile, nació Kren Cosmética Natural. No fue un plan a gran escala ni una idea de negocio pensada desde la lógica del marketing. Fue una necesidad, una búsqueda personal, casi un acto de rebeldía contra lo que ofrecía el mercado.
Vivía en Puerto Varas, rodeada de bosques, lagos y esa conexión especial que aquí se tiene con la tierra. Y sin embargo, cada vez que buscaba productos para cuidar mi piel, me encontraba con etiquetas llenas de ingredientes que no entendía. Palabras largas, complejas, y lo peor: microplásticos, siliconas, parabenos y derivados del petróleo. Mi piel reaccionaba, se enrojecía, se secaba, y mi conciencia también se incomodaba.
Ahí fue cuando decidí volver a lo simple. A lo natural. A lo que nuestras abuelas sabían. Empecé en mi cocina, como muchas historias lindas: mezclando aceites, infusiones, hierbas. Buscando fórmulas que realmente nutrieran, protegieran y respetaran la piel. Sin químicos innecesarios. Sin contaminar el agua. Sin engañar con promesas vacías.
Mi primer producto fue un bálsamo labial, y recuerdo que se lo regalé a mis amigas. Después vinieron los ungüentos, los desodorantes, los aceites corporales. Cada fórmula fue un pequeño experimento lleno de cariño. Aprendí de herbolaria, de formulación natural, de los ciclos de la piel y también del negocio (a la fuerza, muchas veces). Todo fue muy artesanal, muy orgánico —en todo el sentido de la palabra.
Con el tiempo, Kren dejó de ser solo mi proyecto personal y comenzó a ser una comunidad. Mujeres (y también hombres) que buscaban alternativas más conscientes. Que querían productos efectivos, sí, pero también honestos. Que cuidaran su piel sin dañar el planeta.
A medida que Kren crecía, también lo hacía mi necesidad de aprender. Empecé a tomar cursos de formulación natural, herbolaria, dermocosmética, siempre con una visión clara: crear productos efectivos, seguros y realmente naturales.
Con el tiempo, la línea fue creciendo: llegaron los desodorantes, cremas, tónicos, mascarillas… Todo elaborado a mano, con ingredientes que elegía uno por uno. Cada fórmula tenía detrás muchas horas de estudio y prueba.
Y, por supuesto, también fui creciendo en otros aspectos. La etiqueta de los productos —mi primer intento de diseño— fue muy criticada. Era lo que podía hacer en ese momento, con lo que tenía. Pero sabía que necesitaba mejorar. Así fue como llegó mi diseñadora, con quien trabajo hasta hoy. Supo escuchar la esencia de Kren, traducirla en colores, formas y una identidad que hasta hoy me representa profundamente. Desde entonces, caminamos juntas en este proyecto, creando cada detalle con intención.
Hoy, cuando alguien elige Kren, no está solo comprando un producto. Está conectando con una historia, con una filosofía, con una forma de entender el cuidado personal desde el respeto profundo por el cuerpo y la naturaleza.
Gracias por estar aquí, por leerme, por confiar.
Seguimos creciendo, aprendiendo y creando, siempre desde el sur y con el corazón lleno de plantas.
Con cariño,
Luisa Gaete Covarrubias
Fundadora de Kren Cosmética Natural
